WILDE, OSCAR
La importancia de llamarse Ernesto (comedia de enredo, enlazamiento de absurdos, de donde nace el mejor Mihura) es una red compleja de divertimento, disparate y polisemia. Pero, además de lo referido, ahonda en una dualidad: Sin el lado oculto a la sociedad del Bien no hay Vida. La vida perfecta sería la totalidad de Ernesto y Jack juntos. Pero la sociedad burguesa -aún la sociedad de hoy, piénsese en los Estados Unidos- nos exige ser Jack (ser formales, ser como es debido, como la sociedad quiere) pero llamarnos Ernesto para sobrevivir, ir a una segunda vida (que debiera estar abrazada con la primera) en la que brota nuestro manantial oscuro, la fuerza terrenal del deseo, la transgresión, el eros, el profundo corazón de la materia. Hay que ser Jack -dice Wilde-, pero sin llamarse Ernesto -él lo sabía perfectamente- no hay más que represión o supervivencia. En tono de comedia de salón, de alta comedia burguesa -la que nace en Inglaterra con Sheridan y su Escuela del escándalo- La importancia de llamarse Ernesto es un alegato en pro de la libertad de la vida, en pro del bienestar de la conciencia, en pro de que seamos todos como somos.