MACDONALD, GEORGE
Como buenos padres, el rey y la reina desean todo lo mejor para su hija Rosamunda pero han creído que para ello deben "dárselo todo, incluso aquello que no les es posible conseguir". El resultado es que la princesa Rosamunda en vez de disfrutar de lo que ya posee, vive en una permanente insatisfacción ya que desea, también permanentemente, incluso lo que jamás podrá tener. La princesa no es sino una niña consentida, insatisfecha y con un mal genio espantoso.
En ese mismo país, un poco más al norte, fuera ya de los muros de palacio y entre montañas, valles y riachuelos, vive Inés, la hija de dos pobres pastores y lecheros. Inés, al contrario que Rosamunda, juega con los juguetes que su propio padre construye, es obediente y cariñosa, posee poco, no desea tener más y, por lo tanto, no es ni codiciosa ni insaciable. Sus padres, están sumamente orgullosos y llenos de admiración por ella que, a fuerza de decírselo, consiguen que la arrogancia crezca, se apodere de su interior y ahogue incluso cuanto hay de bueno en ella.
Ambas, Rosamunda e Inés, por la terrible falta de juicio de sus padres, llegan a una misma y nefasta convicción: creen que son Alguien e incluso que no puede existir ningún otro Alguien. Este hecho las ha convertido, aunque por caminos distintos, en dos niñas tremendamente arrogantes e insoportables para cuantos la rodean.
Sólo la Mujer Sabia, que vive en los bosques, podrá deshacer este entuerto. He aquí una bellísima historia doble escrita de un modo ameno y que será para muchos un buen punto de partida para reflexionar sobre si mismos e iniciar el apasionante camino de trabajo personal que deja atrás la insatisfacción del tener y abre las puertas de la felicidad basado en el ser.